Drama o teatro es una palabra que proviene del idioma griego δράμα y que significa «hacer» o «actuar». Posteriormente, el drama se divide en géneros realistas ( tragedia, comedia y la pieza de teatro) y géneros no realistas ( melodrama, obra didáctica y tragicomedia). A esto se suma la farsa, considerada como género imposible. Todos ellos tienen en común la representación de algún episodio o conflicto de la vida de los seres humanos por medio del diálogo de los personajes o del monólogo. En el género dramático, el autor lleva el desarrollo de la acción a la escena: los hechos no se relatan, sino que se representan. Su forma expresiva es el diálogo y los personajes adquieren vida gracias a unos actores que lo escenifican.
Algunos teóricos del siglo XX insisten en la diferenciación categórica entre el drama y el teatro, de los cuales el primero es la versión constituida en lo absoluto por elementos lingüísticos, formando parte entonces de lo que se considera un género literario, cuya particularidad es el predominio de la función apelativa del lenguaje, la ausencia de un mediador (intérpretes, actores) entre el mundo creado (la realidad ficticia) y el lector y la posibilidad virtual de ser representado.
El teatro es la concreción del drama e incluye la actuación, la música, etc. Es decir, elementos que no le son propios al drama como realidad lingüística acotada solamente al discurso. (Extraído de Wikipedia)
El psicodrama es un recurso psicoterapéutico consistente en la dramatización de acontecimientos. Creada por Jacob Levy Moreno, e inspirada en el teatro de improvisación, inicialmente fue concebida como terapia grupal o psicoterapia profunda de grupo. Moreno fue contemporáneo de Freud. En los años 60 las aportaciones psicoanalíticas permitieron anudar esas dos líneas teóricas para fundar el Psicodrama Freudiano.
El psicodrama se diferencia de la psicoterapia individual y de cualquier terapia de grupo. Aunque es usado habitualmente en un contexto grupal, no debe ser considerado como una forma de terapia específicamente grupal. El psicodrama pone al paciente sobre un escenario, donde puede resolver sus problemas con la ayuda de unos pocos actores terapéuticos.
Según Moreno, su creador, históricamente el psicodrama representa el punto decisivo en el apartamiento del tratamiento del individuo aislado hacia el tratamiento del individuo en grupos, del tratamiento del individuo con métodos verbales hacia el tratamiento con métodos de acción.
Según Gutierrez, aunque el drama educativo utiliza muchas de las técnicas del teatro, la experiencia dramática del individuo es introspectiva, está dirigida a lo interno, a la exploración de nuestro mundo interior, de las posibilidades humanas ante los desafíos de la vida. Por el contrario, la representación y comunicación con el público, lo externo, es lo que prima en el teatro educativo.
Blatner, lo presentaba así: El psicodrama es un método de psicoterapia en el cual los pacientes actúan los acontecimientos relevantes de su vida en vez de simplemente hablar sobre ellos. Esto implica explorar en la acción, no sólo los acontecimientos históricos, sino lo que es más importante, las dimensiones de los acontecimientos psicológicos no abordados habitualmente en las representaciones dramáticas convencionales: los pensamientos no verbalizados, los encuentros con quienes no están presentes, representaciones de fantasías sobre lo que los otros pueden estar sintiendo o pensando, un futuro posible imaginado y muchos otros aspectos de los fenómenos de la experiencia humana.
Hay un protagonista que pone en juego, y ello implica la presencia de varias personas, las cuales entran en el juego y ponen en juego a su vez, directa o indirectamente. No es una terapia de grupo, sino en grupo, ya que lo que interesa es el análisis del sujeto en grupo y no del grupo como totalidad o unidad.
Poner en juego significa afrontar. Hay pues riesgo, angustia. Como consecuencia lapsus, olvidos, actos fallidos…, que serán remarcados reconvirtiendo la situación. Posibilita pues una apertura del inconsciente. Es el inconsciente quien juega, jugando a veces muy malas pasadas. Es él el protagonista. Y esto lo diferencia, lo opone, a la técnica teatral.
¿Cómo?
Todo empieza cuando alguien comienza a contar algo; un recuerdo, una preocupación,,, Cuando pasa a nivel de relato, es decir, de narrar a hablarse a sí mismo dirigiéndose a otro, transformando así al resto del grupo en espectador, el director (terapeuta) le invita a jugar. Para ello, una vez explicada la escena, deberá elegir a los antagonistas, es decir, aquellos personajes que forman parte de la escena que va a representar. Debe elegirlos entre el resto de los componentes por algún rasgo que represente a la persona cuyo papel va a tomar y verbalizarlo, comenzando así a darse cuenta de lo que esa persona representa o significa para él.
Para llegar a este punto, es decir, para que el director llegue a elegir qué persona, en qué momento y qué escena se va a representar, ha tenido que ir realizando un trabajo de escucha a partir del primero que habló, y cómo hizo eco en los demás miembros del grupo, bien por semejanza, bien por oposición.
La actuación comienza cuando el protagonista, la escena y el escenario ya están definidos. Una vez representada, el protagonista toma el papel del antagonista, dándose entonces cuenta de que lo que le reprocha es lo que se reprocha a sí mismo, que ofrece lo que le gustaría que le ofreciesen, que pide lo que quisiera tener. Colocándose en el lugar del otro comienza a interrogarse sobre su propio lugar.
Es así como la relación que tiene el protagonista con su propio discurso cambia, su aparente certeza e ignorancia sobre la causa de su sufrimiento, se tambalea y el lugar desde el que habla se modifica.
Puede seguirse, a través de distintos cambios de escenario y escenas a representar hasta su finalización. Puede extenderse desde un par de minutos hasta superar la hora, según el caso y situación. El concepto dramático de resolución o desenlace, la percepción del logro del objetivo deseado para la dramatización o de una etapa satisfactoria del proceso hacia el mismo, son señales (algo difíciles de definir pero, luego de cierta experiencia práctica, fáciles de percibir) para que el director considere que la actuación ha llegado a su fin. Arte y criterio psicoterapéutico se unen para definir la forma y momento de la finalización de la representación.
Luego de finalizada la representación, el grupo reunido, director, auxiliares y público, tiene la oportunidad de «compartir». Este momento está destinado a que luego de que el protagonista expuso sus sentimientos, pensamientos y problemas ante las demás personas, también las otras personas expongan aquellos sentimientos, recuerdos o vivencias que les han venido a la mente tras realizarse la dramatización , poniendo en circulación la cadena asociativa que dará paso a posteriores representaciones.
No se admiten opiniones, críticas ni «interpretaciones» a lo actuado, sino expresar historias, sentimientos o problemas propios de cada uno que habla.
La sesión acaba con la observación. La tarea del observador es poner de relieve el eje, el esqueleto de la sesión. Es el momento de de-volver. Volver al inicio, al lugar donde todo comenzó después de haber ocupado los diferentes lugares. Situar. Situar-se. Encontrar el lugar que a uno le corresponde. La palabra se ha ido deslizando, ocupando lugares de lo cotidiano a lo inconsciente y ahora es devuelta, hecha consciente para que todo concluya, pero no acabe, donde empezó pero no como comenzó.
¿Quién?
Cualquier persona dispuesta a interrogarse sobre sí mismo puede beneficiarse de esta técnica.
A través del psicodrama logramos que el sujeto alcance una comprensión más profunda de sus emociones y de las consecuencias de estas. Además, la persona conseguirá generar espontáneamente una respuesta distinta a la situación problemática que ha planteado para la dramatización y, poco a poco, aprenderá a dar esta respuesta más adaptativa en la vida real, generalizando el aprendizaje de un nuevo rol.
Una de las especificidades del Psicodrama Freudiano es la de ir tomando los discursos de los miembros del grupo uno por uno, generándose el discurso grupal por el deslizamiento de lo dicho y las identificaciones entre los miembros del grupo, tratando de relanzar una y otra vez la palabra allí donde había quedado colapsada.
Y porque sólo lo que se habla puede no actuarse, es por lo que en Psicodrama Freudiano la escena no es en sí el fin de nuestra técnica, y surge sólo cuando la palabra ha sido detenida y para que resurja, y que cada uno pueda seguir hablando en nombre propio.
Esta técnica siempre ha estado presente en todos los programas intensivos desarrollados en APROVAT. La valoración de sus resultados y la acogida de los usuarios nos han llevado ahora a ir un paso más allá, planteándonos la posibilidad de crear, durante el próximo otoño, grupos dirigidos a familiares de pacientes y/o al público en general.
¿Te atreves?
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